Nuestra historia, es una historia de familia. Una historia de superación, esfuerzo e ilusión de ya cuatro generaciones.

El punto de partida creo que fue el abuelo Pepe, mi bisabuelo. Él era el panadero del pueblo y con el nacimiento de su último y quinto hijo se quedó viudo y tuvo que sacar adelante a la familia.

Mi abuelo, Felix, el menor de los Bernardos, creció viendo trabajar a sus hermanos. Al llegar el momento de empezar a buscarse la vida, se dio cuenta de que en la panadería ya no había hueco para uno más. Intentó vender fruta sin éxito, mientras su entonces novia, Julia, vendía los periódicos.

Un día, su padre contrató un pastelero y él, que siempre fue muy avispado, se pasaba las horas observando y aprendiendo desde la distancia aquel nuevo oficio. Al tiempo, le dijo que él podía hacer la repostería y así, comenzó.

Cuenta que no fue fácil. Tenía que llegar el primero para poder meter sus postres en el horno antes que el pan. Muchas horas de trabajo. Frío y calor extremos. Hasta que el abuelo Pepe falleció. Heredó su casa y junto a su ya mujer Julia, en el año 1958, montaron la pastelería en el mismo lugar en el que se encuentra hoy.

Paco, mi padre, se crió y creció entre harina, mantequilla y azúcar. Desde muy pequeño ayudaba a su padre con las míticas bambas y ensaimadas aunque, también le tocaba limpiar latas. Pese a empezar a estudiar cuentas, el abuelo le metió en el oficio. Aprendió de su padre para después estudiar en la Escuela de Pastelería de Madrid y trabajar en la pastelería Savoi. Fue incorporando novedades de gran éxito en el pueblo pero, fue en el 1989 cuando, ya casado con Ana, conoció a Paco Torreblanca y revolucionó su visión del oficio. Estuvieron de invitados en el obrador y pastelerías de Torreblanca en Alicante más de una semana observando su trabajo y la amistad con el reconocido pastelero continúa.

Heredaron el negocio familiar y le dieron una nueva imagen en 1994. Desde entonces, mis padres no han dejado de innovar y superarse. Son creativos y han sabido ir renovándose con cada dificultad. Disfrutan de lo que hacen y se esfuerzan por ofrecer siempre lo mejor.

Ahora me toca a mi, Ana. Cuarta generación y licenciada en Periodismo aunque, creo que el chocolate corre por mis venas.

Cuentan que yo vengo de aquel viaje a Alicante y mis más tempranos recuerdos siempre son por la pastelería. Desde bien pequeña me encantaba ayudar y tenía muy claro que quería ser pastelera. La cosa cambió con la adolescencia pero, siempre estaba dispuesta a echar una mano. A partir de los 18 empecé a colaborar los fines de semana en la tienda y los veranos, se centraban en el negocio. Mientras tanto, yo iba de trabajo mediocre en trabajo mediocre hasta que la necesidad llamó. Mi padre se quedó solo de la noche a la mañana y me metí en el obrador con él. Un revelador viaje a Tanzania después, decidí dejar de buscar y depositar todo mi cariño en el legado familiar.

Tres años después, lanzo mi proyecto con el apoyo de toda mi familia. En mitad de una pandemia mundial. No podía ser de otro modo.

Desde mucho antes de involucrarme de lleno en el negocio pensaba que la venta online era el siguiente paso pero, siempre había algo más importante.

¿Por qué ahora? Primero por necesidad, he de ser sincera. Cuando ves tu negocio cerrado y los ingresos no llegan, dejas de dormir por las noches y la cabeza es una olla expres. En pleno confinamiento me lo planteé de nuevo. Y se quedó en un mero intento más. Me faltaba el segundo y gran motivo. Vosotros. Me empezaron a llegar mensajes de desconocidos preguntando si podía enviar detalles a seres queridos que vivían por la zona y empezamos a hacerlo. Cada historia me tocaba. Y no podía dejar de pensar en el cariño que había realmente en cada caja que entregaba. Estaba repartiendo los abrazos y los besos que no nos podíamos dar.

Ese fue el motor que me hizo contactar con la persona, cliente y amigo, que realmente me iba a poder hacer sacar esto adelante. Desde el primer mensaje que le envié, Manu se ha involucrado al 100%. Ha creído en esto incluso cuando yo dudaba. Y confesaré que si no he tirado la toalla desbordada, ha sido por su ilusión, motivación e implicación. Gracias Manu. Porque además, a través de ti he podido rodearme de magníficos profesionales y mejores personas.